135 bis: límite al endeudamiento privado y reforma fiscal

Ya hace algunos días que una idea ronda por mi cabeza. Puesto que ahora se ha puesto de moda reformar constituciones por la vía rápida, quizá los ciudadanos tengamos ocasión de aportar nuestro granito de arena para mejorar el texto y agradar aun más a los cónsules Merkel-Sarkozy...  Entre otras razones, porque a la reforma ahora esbozada se le ve el plumero: tantas prisas, tanto rigor, para que luego el cambio constitucional entre en vigor en... ¡2020! Un ejemplo más de la clásica técnica italo-española, a cargo de un Zapatero que perdió el norte hace ya mucho tiempo: aparentamos obedecer las órdenes de París y Berlín, pero las aplazamos lo más posible (¿por qué no en 2050?); nos saltamos los escrúpulo democráticos y el referéndum, pero a cambio nos inventamos una ley orgánica que nos permitirá hacer algún nuevo truco...
Una de cal y una de arena. Y con esto pretendemos impresionar a los mercados y a los cónsules franco-germánicos...

También los ciudadanos estamos impresionados por esta rauda y chapucera operación política, entre cuyas virtudes figura el hecho de culpabilizar definitivamente a la izquierda, el bienestar o el déficit público sensatamente gestionado, que también lo hay. El liberalismo económico, el pensamiento neocon, han ganado la batalla en España. La partida empezó a disputarse en los lejanos ochenta, cuando Felipe González descubría las maravillas del capitalismo comunista chino y decía aquello tan celebrado del gato que caza ratones... En aquel momento aún no lo sabíamos, porque como contrapartida se estaba desplegando por primera vez un estado del bienestar de corte clásico y porte bastante digno, pero la izquierda ya estaba perdiendo la batalla ideológica. El impulso del antifranquismo y la mala conciencia dieron a la izquierda una notable superioridad durante años: la derecha estaba acomplejada y desnortada. Tardó años en transformar el franquismo sociológico en el magma hipernacionalista, neocon, republicano (en el sentido USA y en el de la escasa simpatía que sienten por el monarca) e hipercatólico que ahora está a punto de consolidar su dominio en la escana política y económica española.

La izquierda no recargó las pilas. Estaba concentrada y ensimismada en gestionar el bienestar de un país que se creía rico, mientras la derecha acumulaba energía y liderazgo visionario. Aznar fue providencial, el caudillo unificador que borró los traumas de las transición en sus huestes, que les hizo mirar de nuevo hacia América (en esta ocasión, la del Norte) y sentir de nuevo que formaban parte de un imperio global.

Y dos años después del inicio de una crisis que la izquierda -salvo honrosas excepciones- tardó mucho en tomarse en serio, hemos llegado al punto culminante. En la misma Constitución que consagraba, fruto de aquel espíritu progre de los setenta, una economía social y de mercado, acabamos de grabar la sentencia. El bienestar, culpable. Las autonomías, diputaciones y ayuntamientos, culpables. El déficit, culpable. Una amarga mezcla que consagra el descrédito.

Castigados de cara a la pared, con unas enormes orejas de burro y que no vuelvan a hacerlo...

Sin embargo, aún estamos a tiempo de hacer alguna cosa en serio y bien hecha, ofreciendo ideas a los padres de la patria. No es preciso que sea por la vía del escaño 351 que se inventó Rubalcaba en un "momento 15-M" (estrategia totalmente dinamitada ahora), sino sencillamente ponemos a su alcance ideas que no deberían ser de derechas ni de izquierdas: sentido común y justicia, para empezar. No debería ser mucho problema añadirle al artículo 135 un 135 bis...

En un breve párrafo habría suficiente espacio para prohibir constitucionalmente el exceso de endeudamiento privado, de las salvajadas y excesos de riesgo de personas, familias, empresas y banca. Acompañado de un par de frases que obliguen a emprender una reforma fiscal en profundidad que resuelva con justicia el otro auténtico gran problema español: una fiscalidad que castiga a las clases medias, que ha ido evolucionando de forma opaca y anárquica, que ha acabado por ahogar a las propias administraciones y contribuido a difundir el peligroso mensaje de que es posible avanzar en bienestar sin pagar más, sin controlar la equidad del sistema, sin perseguir la economía sumergida y el dinero negro o la evasión de impuestos...

La deuda privada es el auténtico agujero negro por el que está cayendo nuestra economía. Somos el segundo país del mundo en endeudamiento: en cifras totales sólo nos superan los Estados Unidos.  Algo absolutamente demencial, que vamos a pagar muy caro. En cambio, por lo que se refiere a deuda pública, estamos en porcentajes relativamente razonables, que no justifican tanta excepcionalidad.
Aunque sea cierto que hay muchas administraciones con el agua al cuello, que han olvidado estúpidamente que los números tienen que cuadrar, que hay que administrar con prudencia, que los ingresos extraordinarios no pueden ser la base de gastos estructurales fijos y que la contabilidad no es de derechas ni de izquierdas.

Ah, y que más déficit no por fuerza significa más bienestar. Significa ruina presente y futura.

O sea que insistimos: límites el endeudamiento privado (o lo que es lo mismo, normas severas para la banca) e impuestos justos, proporcionales y universales. Y ya puestos a ser serios, este artículo 135 bis tendría que entrar en vigor no en 2020, sino como mucho a uno de octubre de este mismo año. Porque en este caso sí que es urgente echar el freno y no podemos esperar nueve años más.

Pero, ahora que lo pienso... No sé, no sé... Acabamos de solemnizar la condena constitucional del bienestar y la rendición de la izquierda (o más bien, la socialdemocracia) en el mismo paquete: a ver quién se atreve ahora a decirles a ciudadanos, familias, empresas y banca que la mayor parte de la culpa es suya y sólo suya y que encima hay mucha gente que tendrá que empezar a pagar impuestos de verdad pasado mañana... Mejor recortamos bienestar, como gran culpable que es de la tragedia, ¿no? Y a pagar, de un modo u otro, los de siempre. Y para siempre, en este caso.

(Publicado en el diario digital e-notícies, 26.08.2011)

 
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