Europa en bragas (o en calzoncillos)

(Traducción del artículo publicado en el diario digital e-notícies)

Los momentos históricos, dramáticos, fijan para siempre la talla de sus protagonistas. Guerras, crisis económicas, victorias o derrotas, independencias o anexiones, tragedias naturales, invasiones alienígenas, fracasos electorales, caídas de meteoritos... O das la talla o no la das. Sin término medio. Sin exámenes de septiembre. Hay una sola oportunidad, sólo una. Después empieza la historia. Por supuesto, esto se refiere siempre a los que mandan, a los que se creen que mandan, a los que se sienten elegidos por los dioses... y a veces a algunos que casualmente pasaban por allí y se encontraron en el lugar y momento adecuados.
La realidad te pone a prueba, te echa un pulso. Si te arrugas, si te tiemblan las piernas (se admite que estés muerto de miedo, pero no que se note ni que lo contagies a los demás), si pierdes el control de tus esfínteres, estás acabado. Acabas de perder la armadura y quedarte en bragas/calzoncillos ante media humanidad. Y lo que es peor, frente a la historia. Aunque corras a esconderte, la historia no se apiadará de ti.
Eres y serás el/la que falló, para siempre. Con suerte, dentro de cincuenta años alguien intentará entenderte y tal vez justificarte un poquito. Lo mejor que puede pasarte es que te cubra con su manto un piadoso olvido...
La lista ignominiosa de los que fallaron acaba de recibir nuevas incorporaciones. Los actuales dirigentes europeos, que no tienen la talla mínima para ser líderes.
Llevan bastante tiempo haciendo méritos y ahora acaban de rematar la tarea. De paso, si no sucede un milagro, terminarán también de rematar Europa. ¿Catastrofismo? Tal vez, pero esperemos un poco hasta que se intuya el desenlace...
Han organizado una de estas cumbres que nos presentan como el hecho más importante de todos los tiempos. Y que invariablemente acaban con un comunicado ininteligible, gris, una aburrida y ritual foto de familia y una misma evidencia: no ha servido para nada. Es el caso del encuentro de Polonia, con un invitado/inspector de excepción: el enviado del emperador occidental, Obama. Quien tenía la misión de poner firmes a los cónsules Merkel/Sarkozy, presuntos dirigentes y faros espirituales de esta cosa que antes llamábamos Europa.
Mientras, el emperador oriental, un chino que no importa cómo se llama ni qué cara tiene, va moviendo sus fichas, al igual que los jeques del petróleo, cuyo papel es más discreto y a quienes les dejan actuar como dueños del grifo, a condición de que no se les suba a la cabeza.
Sigamos. Termina la cumbre y el enviado de Obama telefonea al presi: estos europeos están decididos a cargarse la economía mundial y arrastrar la americana. Es decir, se han olvidado de cuál es el imperio al que se deben y que una y otra vez -con todas las contradicciones y errores- les ha salvado del abismo. La tesis Obama viene a ser esta: ustedes, con su afición a podar y recortar, terminarán por cargarse el árbol enfermo y el bosque entero. Tienen que tener visión, valor, convicción, unidad... Los europeos todavía se están partiendo de risa. El último dirigente europeo que se cuadró fue Zapatero, cuando le llamaron Obama y el chino y le cantaron las cuarenta: yes my friend, no my friend, of course my friend, I understand my friend, ok my friend, I beg your pardon, my president...
De modo que el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, le dijo al Boss: estos europeos nos llevan directamente a la catástrofe.
O sea, lo que ya sabemos los europeos, sobretodo los del sur. Pero dicho por alguien con auténtico poder, del de verdad: el poder de quienes pueden llamar a los marines o a los seals o mandarte un predator al jardín de tu casa. Menos cachondeo con la supuesta decadencia americana...
Y así tenemos a Obama histérico, subiéndose por las paredes y las lámparas de araña de la White House, y convocándoles a una cumbre en la ONU. Delicada manera de convocarlos a su palacio imperial, pero con elegancia: no los recibirá en los sótanos de la Casa Blanca, sino en algo parecido a terreno neutral que, ya es casualidad, está en Nueva York. Nada, pura coincidencia. Terreno neutral, vale.
La bronca que le cayó a Zapatero será una broma al lado de la que van a aguantar los dirigentes europeos cortos de talla y de miras.
Más discretamente (él sólo tiene un portaaviones nuevecito y copiadito, que acaba de estrenar) el emperador oriental hará también algunas llamadas. Nada que ver con la cartita de Trichet a Zapatero y las ridículas -y tramposas- reformas constitucionales: será una conversación más amable, sutil, con indirectas, pero seguro que acaban captando el mensaje.
Una cosa es arruinar a los imbéciles y listillos griegos, imbéciles por arruinarse ellos solitos (ayudados por la banca franco-alemana y la americana) y listillos por creerse que se lo podían saltar todo a la torera. Una cosa muy distinta es dinamitar el casino entero. Todos sabemos que ya ha volado por los aires, pero ciertas cosas deben hacerse ordenadamente si no queremos que esto acabe en un apocalipsis.
A partir de aquí, veremos uno de los dos prodigios posibles.
Uno: que de repente, los dirigentes europeos, mortalmente asustados como están, manden a Obama a freír espárragos. Y que Dios o el Diablo nos cojan confesados y vayamos pensando en pedir la green card, porque no habrá otra escapatoria. 
Dos: que se bajen los pantalones hasta los tobillos, asustadizos como son, aunque intenten salvar las formas y la dignidad ya perdida por el camino.
El comunicado oficial, en ambos casos, será más o menos el siguiente: “Los líderes europeos y el presidente norteamericano han mantenido un encuentro con el objetivo de asegurar la comunicación y cooperación entre Europa y USA, para continuar combatiendo juntos la crisis de deuda que atenaza a los países del euro”.
El comunicado será el mismo, pero el futuro no.
Como decía González, con esta nueva cara que se le está poniendo, de Moisés o acaso de Nostradamos, estamos a un paso del abismo. Ya veremos si damos un paso adelante o atrás. Esta semana no tengo previsto que Obama me telefonee, pero si lo hiciera, le diría que Europa es capaz de cualquier cosa.
Y le recordaría aquello tan europeo: après moi, le déluge...
Parece que ya están cayendo cuatro gotitas, ¿no es cierto?

 
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