¿Cuántos diputados y senadores podemos recortar?

(Traducción del artículo publicado en el diario digital e-notícies

Tenemos, más o menos, 350 diputados y 264 senadores. Añadamos unos 1.200 diputados autonómicos. ¿Son muchos? ¿Demasiados? Depende... Pero ahora el foco de los recortes ilumina fijamente los parlamentarios de este país, hasta ahora relativamente a salvo de sus efectos. Y ese foco les ilumina justo cuando empieza el peor momento de la crisis y la post-crisis, cuando la histeria colectiva entra en una nueva fase.



Poco a poco aparece ante la opinión pública un panorama desolador. Las dietas por desplazamientos del Parlament de Catalunya, los complementos de pensiones y otras zarandajas en el Congreso y Senado, el patrimonio privado de sus señorías (planteado como un ejercicio de transparencia, cuando no ha sido nada más que un reality show patético), los coches oficiales que nos sitúan en un buen puesto en el rànquing mundial correspondiente, las pagas extras a las que renuncian los parlamentarios catalanes...

Y así ad infinitum.

Los políticos de olfato fino han intuido ya algo extraño y amenazador en la opinión pública y han empezado a hacer ofrendas en el altar de los sacrificios. Han entendido que el pueblo espera gestos hoy. Y que es mejor dárselos pronto, antes de que los toques populistas sean insuficientes.

Y en eso estamos: Rajoy y Rubalcaba prometiendo alguna rebaja de parlamentarios, la presidenta del Parlament catalán situándose en la misma onda... Y alguien, discretamente, trabajando en hipótesis a partir de estos recortes y sus efectos adulterantes de la voluntad popular, ya bastante adulterada con la ley vigente.

Es, pues, el momento de hacer números. Fijémonos un objetivo ambicioso: ahorrar mucho sin tocar nada. Es decir, sin mejorar ni estropear la calidad de nuestra democracia, ya de por sí bastante baja. Por supuesto, mejorarla no es imposible, pero esto forma parte de otro debate que no hay que mezclar con los números y que en este país no se va a plantear en serio antes del siglo XXII o XXIII. Centrémonos ahorrar algunos millones de euros, pues...

Empecemos por el Senado y sus 264 senadores. ¿Hay alguien que pueda sostener seriamente, sin que le escape la risa, que el Senado sirve para algo útil? Su coste anual oficial se sitúa en unos 55 millones de euros, más probablemente otros gastos indirectos. ¿Es poco o mucho? Depende: si no sirve para nada, es muchísimo. O sea que lo suprimimos y ahorramos cada año diez mil millones de las antiguas pesetas. Y ganamos un edificio al que se le puede dar otro uso y ahorrar un poquito más.

¿Así se arregla España? Ni mucho menos. Pero hay que empeza por algún sitio...

Sigamos, fijémonos en el Congreso y los parlamentos autonómicos. ¿Salen caros o baratos? Objetivamente, y dejando al margen ciertos abusos, sus costes son razonables y homologables. Pero su propio funcionamiento nos da una pista para ahorrar: los grupos parlamentarios funcionan como un ejército. Todos a una, a decir y votar lo que diga que hay que decir o votar "el que más manda". De este modo, por ejemplo, se puede modificar una Constitución en cuatro días, al dictado de sólo dos personas, Zapatero y Rajoy: la maquinaria funciona como una apisonadora. A ellos dos hay que añadir las cuatro o cinco personas que lo deciden todo en los grupos. Y nos sale una cifra situada entre los veinte y los cuarenta diputados, a lo sumo. El resto no se puede afirmar, en honor a la verdad, que no hagan nada, pero sí que no aportan valor a "la empresa". Son prescindibles y perfectos desconocidos. Una lástima, de acuerdo, pero así es.

De modo que una rebaja drástica del número de diputados no tiene por qué empeorar las cosas. Es preciso, únicamente, que cada portavoz tenga los mismos votos que ahora, aunque sin diputados. Las matemáticas parlamentarias serían exactamente las mismas. Y veríamos siempre las mismas caras. El problema, claro, lo plantea el paisaje, el ambiente, el público. Pero esto tiene fácil solución con un buen chroma y algunos efectos especiales muy sencillos y baratos.

¿Cómo van las cuentas? Llevamos ya 264 senadores y 300 diputados menos, además de unos 700 u 800 diputados menos en las autonomías. El sistema podría funcionar exactamente igual.

También hay que meter la Casa Real en la calculadora, por supuesto. Que nos cuesta mucho más que los veinte millones de la versión oficial. Es posible sin duda hacer ahorros importantes, aunque sin olvidar que, incluso para los republicanos, la monarquía tiene una clara utilidad social y política y que en realidad no hay disponivle ningún recambio en serio. Tampoco es ahora el mejor momento para hacer experimentos, dejémoslo para los años veinte, pero mientrastanto ahorremos alguna cosa. Pongamos que el 20 o 30 por ciento.

Y así podríamos continuar podando sensatamente, con delicadeza, todos los arbustos del inmenso y enmarañado jardín de la patria, sin hacer grandes estropicios. ¿Resolveríamos así todos nuestros problemas? Por supuesto que no. Aunque sí unos cuantos, sin duda.

A condición, claro, de destinar de verdad los ahorros a mejorar la vida de las personas, a invertir en el futuro del país y no malgastarlos inyectando millones y más millones en un sistema financiero lleno de zombies y de cadáveres. O construyendo AVEs inútiles y ruinosos.

Todo ello sin decir, porque no lo creo en absoluto, que los políticos cobren demasiado. Sigo pensando que tienen que cobrar un buen sueldo, con generosidad y una razonable equiparación con puestos similares en el mundo privado. Y diferenciando entre poder ejecutivo, legislativo y judicial, evidentemente.

A una persona que esté en paro, cobre un subsidio o sea seiscientoseurista, es lógico que le parezca que los políticos cobran salarios excesivos. A la gente envidiosa le sucederá lo mismo, inevitablemente. Y los demagogos de barra de bar o de acampada, en Catalunya o Andalucía o donde sea, continuarán diciendo que es posible que este país funcione sin políticos, o con políticos mal pagados o con asambleas populares. Es así: un buen gobierno es caro, no "sale caro". Tiene que ser bueno, por supuesto: la calidad no reside en ganar o perder elecciones. Hay que ofrecer buenos salarios para recibir y exigir buena política.  Y para que el país vaya mejor: una inversión inteligente y rentabilísima, mucho más que rescatar bancos y cajas a destajo. Que, al final, nos salen infinitamente más caros que la política, ya sea buena o mediocre, que tenemos ahora mismo.

 
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