Miré los muros de la patria mía

(Traducción del artículo publicado en el diario digital e-notícies)

Sí, Quevedo es una lectura muy recomendable para estos momentos. Podría añadir algunas sugerencias más, igualmente apropiadas, rebuscando en la desesperación y el regeneracionismo español de finales del siglo XIX y principios del XX. Y no estaría mal revisitar Jovellanos o aquel rey, Carlos III, un reformista ilustrado y modernizador que acabó convertido en símbolo de una España que no pudo ser y que desembocó en Fernando VII y el "vivan las cadenas", o en su lógica continuación en el siglo XX: el General Ísimo.

La España eterna, imperial y arruinada regresa una y otra vez. Acaso porque nunca se fue. Pese al espejismo de los años buenos de la República (pongamos que los dos o tres primeros), de la Constitución y del intento autonómico -esperanzador, frustrante, frustrado- de resolver los viejos problemas vasco y catalán, del sueño del felipismo y la socialdemocracia de los ochenta, del europeísmo entusiasta de finales de siglo pasado y de los primeros años de éste.

La mirada amarga sobre España es una constante a lo largo de los siglos. Del mismo modo que es una constante la ruina del país, su incapacidad para montarse en el tren de los países avanzados, su tendencia a los sueños de grandeza, ya sean las Américas, los Tercios de Flandes o el AVE. O Perejil.

Es sábado. El aire huele a otoño, la luz es más fría. La semana ha terminado y llega la pausa del sábado y el domingo, cuando parece que se calma el bramido de la furiosa tempestad que nos empuja cada día hacia el naufragio contra los escollos de la deuda, de la banca, de los señores de los mercados, del bienestar hipócritamente señalado como culpable, del paro desbocado, de la economía sumergida, de la picaresca de toda la vida...

La semana ha terminado con una noticia brutal: la agencia Fitch rebaja la nota de España, junto con Italia y Portugal. Una rebaja que va acompañada de un pequeño corolario, una modesta nota a pie de página: un asesor del FMI, institución infalible y creíble donde las haya, ha insinuado que todo el sistema puede hundirse en dos o tres semanas.

Business as usual: el Titanic se hunde mientras la orquesta toca al violín los sones de "Nearer, my God, to Thee".

¿Es catastrofismo dibujar paralelismos, obvios, gastados, con el Titanic? Tal vez. Pero Quevedo puede ser tenebroso y luminoso al tiempo mientras nos refugiamos en la falsa sensación de calma del fin de semana. Creo, sin embargo, que es infinitamente más catastrofista, anestésico y tóxico negar la realidad: la mejor receta para la catástrofe.  Aunque aquí la orquesta no tiene la clase ni el valor de la que viajaba a bordo del Titanic. Aquí no hay más música que el ruido y la furia de la campaña electoral permanente y estéril en la que vivimos instalados hace años. Una música que nos lleva a Shakespeare, a Macbeth: "La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, y que nada significa".

Catalunya, para desgracia de propios y ajeno, no queda al margen de este concierto crepuscular, más algarabía que música. Acaso los catalanes fuimos muy diferentes seis o siete siglos atrás, aunque me temo que no tanto, pero ahora somos tan españoles como el que más, aun queriéndolo algunos ser menos: por méritos propios y por culpas ajenas, este es nuestro propio naufragio.  Aportamos, eso sí, algunos crujidos y lamentos diferenciales, pero no una música distinta. Puede ser muy consolador refugiarse en la supuesta diferencia, sí, pero entretanto la popa del orgulloso transatlántico se alza amenazadora sobre las aguas y la proa enfila ya el fondo del mar... Como en toda España, con la que compartimos más ADN del que quieren reconocer algunos, ni tenemos ni tendremos en mucho tiempo una hoja de ruta creíble que nos aleje del naufragio. Ruido ensordecedor, sí, hasta la náusea. Pero ninguna hoja de ruta, ningún plan convincente, por muchos papeles que puedan llevar este título.

Aquí, como allí, puesto que aquí es allí, los muros de la patria son tristísimos y no invitan, más allá de la retórica oficial y el optimismo políticamente correcto, a nada más que a llorar.

Y aún no ha llegado el lunes.

 
© Copyright 2010-2011 JoanRovira.es All Rights Reserved.
Template Design by Herdiansyah Hamzah | Published by Borneo Templates | Powered by Blogger.com.