DÍA -5 / Llegan los-que-más-saben: que se aparten los políticos

Es la hora de los primeros de la clase. La hora de los listos, de los que más saben. Los superlistos. También llamados tecnócratas: como los "lópeces" que salvaron al franquismo de su absoluto fracaso económico y parieron la España del seiscientos. Que se aparten los políticos, ellos llegan para salvarnos de la crisis: ahora sí que estamos perdidos.


¿Políticos? Exactamente, ¿qué tipo de políticos tienen que apartarse?

Político es por definición una persona que se dedica a la política. Obvio, ¿verdad? Pero no tanto. A menudo, esperamos de los políticos mucho más que algo tan evidente como que "trabajen" en la política, ya sea en los partidos, en la oposición o en las instituciones.  Hay políticos-gestores, politicos-agitadores, políticos-de-aparato, políticos-oradores, políticos-representativos, políticos-escaladores, políticos-sin-principios, frívolos, serios, simpáticos, antipáticos...

Pero el ideal de político es mucho más que un empleo y va mucho más allá de estas versiones parciales: implica visión, liderazgo, emoción, capacidad, fortaleza, valentía, generosidad, compromiso... Ese es el tipo de político o de política con los que soñamos, aunque nos despertamos cada día con lo que hay, con sus cosas, sus polémicas sobreactuadas, sus marrullerías...

¿Es Rajoy uno de esos políticos? ¿Lo es Rubalcaba? En absoluto. Tampoco lo son Merkel, Barroso, Sarkozy, van Rompuy... Ni Zapatero, ni Mas. Berlusconi sí lo era, a su manera y mientras le conviniera a sus negocios. La actual generación de políticos europeos y españoles, al menos en la primera y segunda filas, está muy, muy lejos del ideal. Imposible, tal vez, o muy poco frecuente, pero ideal al fin y al cabo. Y auténtica vara de medir más o menos consciente.

Y en estas estábamos cuando llegaron los tecnócratas a sustituir a los tecnopolíticos. Gente formada en Goldman Sachs, que es quien mueve los hilos. Gente bien vista por aquellos poderes ocultos que gobiernan el mundo a su antojo: trilaterales, bilderbergs... Genios como Papademos, que fue presidente del banco central heleno justo cuando maquillaron sus cuentas con la ayuda de Goldman Sachs, y ahora tiene la desfachatez de presentarse para echar una mano. Tecnócratas, por supuesto. Auténticos genios en lo suyo. Infinitamente más hábiles, eso sí, que los tecnopolíticos. Y, además, con una estrategia impecable.

Técnica sin alma, cada vez en mayores dosis. Apártense todos: la campaña electoral queda en entredicho porque se hace más evidente que nunca que no escogemos gobierno ni ejercemos la soberanía que tanto excita a algunos. La falacia queda algo mejor disimulada en España que en Italia o Grecia: votaremos a un tecnopolítico registrador de la propiedad o a un tecnopolítico químico, para mencionar sólo a quienes compiten por el primer y segundo puestos. La tecnocracia toma formas muy diversas, pero es la misma: a estos efectos, da exactamente igual quién gane. Habrá que hacer lo que haya que hacer y escenificar lo que haya que escenificar ante el público de cada cual. Y luego, a hacer lo que nos dicen que hay que hacer, tras haber hecho con nosotros uno de los mayores negocios en décadas: el botín de los piratas enfocados a la deuda pública es y será fabuloso hoy, mañana y dentro de diez años. Y encima quitando y poniendo gobiernos.

Nadie va a ocupar Wall Street. Es Wall Street quien ocupa el mundo.  

 
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