Pues no, señores, no nos sale de los partenones...

Los pueblos orgullosos, desesperados y tramposos, como los griegos, tienen de vez en cuando días gloriosos. Está bien escribir páginas para la historia, sí, pero también hay algunas desventajas: la grandeza a menudo se reconoce con efectos retroactivos y póstumamente. Dicho esto, termine como termine la actual odisea griega, ya nos anticipa su legado: el valor ejemplar de decir basta. Aunque en parte sea un farol, aunque desconozcamos los secretos de la hábil y brutal maniobra del referéndum, aunque haya intereses ocultos y contrapuestos en el trasfondo.


Las derivadas del volantazo griego (impecablemente democrático y económicamente devastador) son infinitas y sin duda tendrá efectos peligrosos, si no dramáticos, en una Europa sometida a intereses y conspiraciones muy reales y absolutamente contrarias al interés general. Con la complicidad entusiasta de algunos gobiernos y la impotencia derrotada de otros, como el español, perdido hace dos o tres años en su laberinto y marcado por la insoportable levedad del ser, del estar, del hacer y del dejar hacer.

No puede sorprendernos que los mercados estén de los nervios: las ovejas se están alborotando, cuando deberían avanzar con infinita mansedumbre, en fila, hacia el matadero.

¿Alguien se imagina a los griegos votando sí a un suicidio colectivo?

Si el referéndum llega a hacerse, si el sur toma el camino de Islandia, no es improbable que el euro estalle en mil pedazos y arrastre media Europa en su caída. Nuestra media Europa, precisamente. Tampoco es improbable que Grecia acabe -heroicamente, eso sí- mucho peor de lo que está: como Atenas tras la visita de los persas o Troya tras la visita de los griegos.

Papandreu, como cabeza visible de un país entrampado y tramposo pero también vampirizado sin piedad, nos llevará a todos a un palmo del abismo. A mayor velocidad que el tándem Merkel-Sarkozy, sí, pero en la misma dirección. A cambio, acaban de hacernos un favor: podemos decir no y podemos decir hasta aquí.

Lástima que no baste con decir que no pagamos porque no nos sale de los partenones.

Hay que tener un plan alternativo, de verdad. Un guión de futuro potente, además de voluntad y capacidad de cumplirlo: eso significa movilizar todas las energías. Algo que no está al alcance de Grecia ni de España: así se explica que nos arrastremos y nos arrastren. Otros países más ricos y poderosos no tienen estrategias mucho mejores, pero no están tocados de muerte como nosotros: gestos heroicos, en estas circunstancias, los justos.

No está claro aún si el camino griego es el de Odiseo, muy hábil y poco glorioso, o el de Aquiles, muy heroico pero mortal de necesidad.

En ambos casos, por muchos pecados que haya cometido, Grecia tendría que hacernos pensar. Ya nos hicieron ese regalo hace más de veinte siglos y tampoco nos ha ido tan mal...

 
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